Capitulo 9
Narra Amanda.
Querido Diario:
Es muy raro, pero a la vez impresionante cuando te quedas
quieta un solo instante, miras al cielo y te das cuenta de que en ese mismo
instante, para ti es como si el tiempo se parase y ves que no solo segundos han
pasado de tu vida, sino que te das cuenta de que han pasado días, meses y años.
Que a veces es duro pensar en lo vivimos en el pasado aun sin saber lo que te
deparará el futuro, sin saber si sufriremos por algo o por alguien, de lo que
estoy segura es que si de mi depende, será tal y como yo deseo o al menos eso
quiero. Esta vez no me separaré de la gente que quiero, porque esta vez se que
hago lo correcto con ellos.
Narra Riley.
Sentado en el porche de su casa, está Rileyy al lado su skate, con su mirada
puesta en las olas, surcando mares y océanos con su imaginación, la cuál le
lleva a descubrir infinidades de lugares a los que le encantaría ir, pero donde
más le gustaría estar es junto a ella, por la que dedica un rato cada vez que
puede a pensar en su voz, en sus ojos y esos labios que no pudo besar, aun que
lo hubiera imaginado tanta veces como se lo imaginó, nunca sabría como sería
ese beso. Pero de eso ya ha pasado un mes, un mes en el que el tiempo se paró
sin tener en cuenta el presente, en el que un adiós sería el final de dos
personas a las que sin saberlo algo les unió, pero como ya sabemos, por una
parte el destino ya está escrito, pero lo que no sabe Riley, ni nosotros, es
que el destino, tu destino posee infinitos caminos y nunca se sabe cual nos
toca, pequeños matices lo cambian, y a lo mejor, quien sabe, para él, esta vez,
el destino sería caprichoso, y dejaría gotas de felicidad, que a la larga se
convertirían en mares y océanos como los que Riley surca con sus ojos.
-Riley cariño, ¿Qué te pasa?-. Pregunta Hanna, al ver lo con
la mirada perdida al horizonte.
-Eh.., nada, mamá, es que me estaba acordando de cuando
fuimos a Londres, ¿Qué bien lo pasamos verdad?-.
-Si hijo, fue maravilloso, por cierto, ¿sabes quién a
recibido un apostal de allí?-.
-No, pero seguro que me lo imagino, espera que piense,
seguro que esa tía que no paraba de dar el coñazo con los malditos manteles que
‘’no se manchan’’, esa que se ponía en el hotel, que un poco más y le damos el
dni, si hubiera sido por tu marido llenamos el sótano de ellos, que pasa que te
ha mandado la nueva colección, ahora estos tampoco se rompen, lo último de lo
último-.
Hanna no paraba de reír, pero seguro que si la chica de la
postal vendiese manteles a Riley, no le importaría llenar hasta el trastero, sótano
y su cuarto si hiciese falta.
-No seas bobo, es de alguien que conocimos allí, ¿te suena
el nombre de Sophie?, una chica de ojos azules con pelo castaño claro que
conocimos en aquella terraza mientras cenábamos-.
-¿Es de Sophie? (la voz de Riley empezó a temblar, sus
nervios florecían segundo por segundo, no quería esperar ni un pequeño instante
para leer la postal)-.
-Si, toma, es para ti, date prisa que dentro de un rato
vamos a casa de Allan-. Sin perder tiempo Hanna, al ver a su hijo de esa forma
se la entregó, aun que el intentaba disimular su interés por esa chica, ella
sabia que nada le hubiera echo más feliz a Riley.
-Vale, gracias, pero, ¿Allan está?-.
-Si cariño, te está esperando-.
-Vale-.
Mientras que leila la postal Riley no paraba de sonreír,
algo dentro de el le decía que algo inesperado iba a formar parte de su vida,
en la postal ponía que todo estaba perfectamente por Londres, que se había
cortado el pelo, y que dentro de dos meses estaría junto a él, en Sydney. Riley
abrió los ojos cuando lo leyó, por fin podría acariciarla, tocar su pelo y por
fin, como tanto ansiaba, podría besarla.
Tras un par de meses…
Si bien para unos estos meses fueron felices para otros
también, a lo mejor era el destino, pero algo, no se el que, estaba haciendo
endulzar las cosas, ya no se lloraba tanto, y se reía más, así es como se les
mostró estos meses a Riley con Sophy y a Amanda con Jorge, pero nos estamos
olvidando de alguien, no menos importantes que ellos, para Allan eran como
montañas rusas, desde aquel día no paraba de soñar con lo mismo, esa chica, la
del sueño, ¿quién era?, sería Amelie, esa chica californiana de pelo rubio y
ojos marrones que el robó el corazón con risas, abrazos calidos y besos de
espuma de mar o sería Amanda, esa chica que le está robando su coranzoncito aun
sabiendo que ella está con otro. Todos estas dudas estallan en su cabeza, pero
algún día, no sabe cuando tiene que dar con la respuesta, la que tanto desea.
Si algo le ayudaba era su diario, era como una fuente de desaogo.
La gente cree que el destino es como un río que fluye en una sola
dirección. Pero yo le he visto la cara al tiempo y es como un océano en
la tormenta...
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