domingo, 10 de febrero de 2013

Aún sigue lloviendo!



Capitulo 12

Narra Riley:

-¡Corre! ¡Corre!-.

-Mira como sube la cometa, es preciosa-.

-Sophie ven un momento-.

-Espera que recoja la cometa-.

-¿Te apetece ir a darte un chapuzón?-.

-¿Dónde?-.

-Es un secreto, espérame a las siete de la tarde en el porche del restaurante ‘’Sea’s shells’’-.

-Vale, pero ¿ya te vas?, pensaba que íbamos a dar un paseo por la avenida-.

-Es que mi madre me ha llamado y tengo que ir a casa, pero espérame donde te dije-.

-De acuerdo, pero si pasa algo, avísame por favor, allí te espero-.

-No te preocupes, te quiero-.

-Y yo-.


Dando se un beso se despidieron, camino a su casa se dio cuenta de que había un coche demás en su casa, ¿de quien sería?

-¿Hola? ¿Mamá? ¿Papá?-.

-Entra hijo, estamos en el comedor-.

Al entrar al comedor vio a su hermano con Francesca agarrados de la mano y al lado su madre, la de Francesca, sus padres estaban enfrente de ellos.

-Hola, os hacia en Italia, ¿Qué tal todo?-.

-Riley te presento a Vittoria, la madre de Francesca-.

-Oh, esto…, encantado de conocerla, es placer que haya venido de vacaciones a Australia, ¿Qué tal el viaje?-.

A medida que Riley se sentaba veía que la madre de Francesca tenía varios moretones en los brazos, aunque quisiera ocultar los de la cara con el pelo, se les veía, entonces dejó de hablar.

-Riley (Contestó Francesca), mi madre y yo no estamos aquí de vacaciones-.

-¿Entonces? ¿Qué? ¿Os vais a casar?, que gran noti…-.

-Riley (dijo su madre), no se van a casar, es que tenemos que contarte una cosa, esperemos que lo entiendas, lo  que pasa es que…-.

Entonces Vittoria le agarró la mano a Hanna y la miró.

-Déjalo Hanna, se lo quiero contar yo, veras, es que desde hace varios meses, Alphonso, el padre de Francesca-.

-Mamá para, yo luego se lo cuento, no te hagas esto-.

Lágrimas se derramaban de la cara de Francesca, incluso de Hanna, Vittoria la paró enseguida, Riley no sabia que decir.

-Mi marido, bueno, desde hace varios meses he sido maltratada por Alphonso, y por eso tus padres hablaron conmigo y me dieron la oportunidad de vivir aquí y así poder alejarme de Italia y de él, mientras arreglo los papeles del divorcio-.

-Por eso te llamamos Riley, Vittoria quería saber tu opinión al respecto, aun que nosotros ya le habíamos dicho que se podía quedar aquí, pero quería saber si a ti no te importaba-.

-Pues claro que no me importa, esta es su casa, haremos lo posible por ayudarla, si ya somos como de la familia-.

Una sonrisa cubrió la cara de todos, Lucas miró a Riley y le dio las gracias, después de ayudar a Vittoria a colocar sus cosas, Riley le dijo a su madre que había quedado con Sophie.

Sentada en un banco de la entrada del restaurante estaba Sophie, estaba guapísima, un vestido rosa palo de tirantas, con el pelo suelto, tal y como se la imaginaba Riley.

-Bueno, ¿A dónde me llevas?-.

-Ya te lo dije es un secreto, cierras los ojos-.

Se besaron, no duró mucho el beso, le colocó el pañuelo que rodeaba su cuello en los ojos, susurrando le al oído le iba indicando los pasos, más de una vez estuvieron a punto de caerse, pero ambos de sujetaban a lo que estuviera al lado.

 -¿Ya? ¿Ya hemos llegado?-.

-Espera, ahora salta encima de mí-.

-¿Cómo que salte encima de ti?-.

-Te voy a coger, agárrate-.

-Vale-.

Bajando unas escaleras de piedra se encontraba el pequeño paraíso de Riley, que está noche sería completamente para los dos, solos en un sueño.

-Ahora, ya estamos, puedes sentirlo, abre los oídos y escucha-.

- ¿El qué?-.

-La magia acariciando tu piel-.

-Eres un romántico-.

-No es ser romántico, es ser un soñador-.

La brisa del mar los acurrucaba, mientras Riley abrazaba a Sophie, ella respiraba hondo, se sentía como en un día de primavera, acostada en un prado de flores, esos días en los que cuando miras al cielo, un cielo despejado, te hundes en un viento de tranquilidad y magia, tal y como lo sentía Riley.

-¿Ya puedo quitarme la venda? -.

-Si, claro, se me había olvidado espera que ya te la quito-.

-Madre mía, es hermoso, no tengo palabras…-.

-Es mi pequeño tesoro, que quiero compartirlo contigo-.

Un par de lágrimas surcaron las mejillas de Sophie, y sus labios quedaron pegados a los de Riley.

-Bueno no habíamos venido a bañarnos-.

-Es verdad, espérame, haber si me voy a dar con alguna piedra jajaja-.

-Ven agárrate a mí-.

Ambos se zambulleron en el agua, la luna y las estrellas hacia de techo para aquellas dos personas, en los que en ese pequeño paraíso encontraban un poco de magia para sus palpitantes corazones.



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