miércoles, 13 de marzo de 2013

Sensaciones que odiamos.

Esa sensación que tienes al querer habar, pero un nudo en la garganta te lo impide, solo puedes tragar saliva, y una tormenta en tu interior quiere romper, pero algo del exterior hace que mires para otro lado para que no vean que tus ojos se enrojecen, y minúsculas lágrimas se forman poco a poco en él, hasta que llegas al punto que debes irte a otro lado y entonces, es cuando esa tormenta estalla y esas minúsculas lágrimas se hacen enormes, y todas recorren tus mejillas, te miras al espejo y ves lo que eres, nada, o al menos eso piensas. Te sientes acabada, no sabes que hacer, bueno, solo una cosa, llorar y culparte de todo lo malo que te ocurre. Cuando te das cuenta de que tienes que salir de tu escondite, donde pudiste desahogarte, intentas reprimir las mismas ganas que tenias antes de llorar, sales  haces lo posible porque tus ojos no sigan enrojecidos  pero tu nariz sigue roja, te la vas la cara y esperas. Por fin pareces estar. calmada por fuera, aunque dentro de ti sigan habiendo barcos de ilusiones desposeyendo se con lo que sientes. Llegas a tu casa y pasan las horas, ves tu vida como pasa, de repente el reloj comienza a andar y te das cuenta que ya es de noche. Te pones el pijama y te acuestas, miras el techo de tu cuarto y recuerdas tu rostro en el espejo de tu escondite, donde pudiste llorar, y es en ese momento cuando empiezas otra vez, tus  lágrimas toman el control de ti, pero están vez surcan tus mejillas con más velocidad, la oscuridad te consume y sientes como si nadie fuera a rescatarte hasta que tus ojos se oscurecen y suena la alarma del reloj, un nuevo día empieza, solo hay que esperar que no sea como el anterior.

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