Un momento de timidez que desaparece cuando dos miradas que podrían
haber sido paralelas se cruzan, la luz se apaga y un silencio de apodera del
momento, entonces los latidos de ambos corazones cobran vida y lo rompen. No hace falta ni el mínimo monosílabo para saber que ambos se
derriten lentamente por acariciar se, por fundir sus labios mutuamente. Cuando por
fin ocurre, chispas surgen, fuegos artificiales despegan en el interior de
ellos. Una burbuja los arropa como una manta en pleno invierno. Unidos,
acurrucados, se enredan entre sabanas y edredones.
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