sábado, 30 de noviembre de 2013

El Portal hacia los Sernios

Capítulo 12
 

Guardo el teléfono y observo como James aparca justo delante de mí. Me apoyo en la ventanilla del coche y le miro.

 

-¿Cómo has llegado tan deprisa?

-Voy en coche, y además me gusta llegar puntual.

-Es bueno saberlo, una cosita, ¿por qué me llamaste cariño antes?

-Porque me apeteció.

-Pues vale, ¿nos vamos?

-En cuanto entres al coche.

 

Entro en el coche y arranca. Pone la radio y suena Backseat serenade de All time Low. Me mira de vez en cuando y sonríe, yo me hago la despistada mirando de vez en cuando por la ventanilla. A los veinte minutos paramos frente a una casa enorme de piedra gris. Tenía un diseño más moderno que el resto de las del pueblo, la verdad es que esta parte no la conocía.

 

-Ya hemos llegado.

-¿A dónde?

-Rosie, esta es mi casa.

-Vaya, es bastante bonita.

-Lo sé, mis padres se lo montaron bien cuando la hicieron.

-¿Son arquitectos?

-No pero tienen dinero, que más o menos es lo mismo.

-Eres un creído, ¿lo sabías?

-Puede que tuviera una ligera idea de eso… Es broma bueno ¿entramos?

-No sé, seguro que están tus padres.

-No están. Llegan esta tarde de un viaje de negocios.

-Pues… no sé… solos tú y yo.

-¿Te pongo nerviosa? ¿Te da miedo quedarte a solas conmigo?

-No me da ningún miedo.

-Entonces vamos.

 

Me bajo del coche y espero a que él lo haga. Después me da la mano y me entra en su casa. Al entrar admiro la decoración, es increíble, si que se tenían que haber gastado una pasta… Se repente un olor exquisito me llega.

 

-¿Has cocinado?

-No, encargué una pizza.

-Ya decía yo…

-Pero… si he hecho el postre.

-A sí ¿qué es?

-Mi especialidad.

-Vaya estoy impresionada, ¿qué es una tarta?

-No besos, besos y más besos.

-Pues me da que no tomaré postre…

-¡Eres mala!

-Y tú un oportunista.

 

Me comienza a enseñar la casa, primero el salón, la cocina, etc. Lo que más me gustó fue la piscina ¡era redonda! Después me enseñó las habitaciones. La de sus padres era gigantesca y decorada en tonos blancos y verdes. Por último la suya. Me sorprendió ver que molaba bastante. Las paredes eran azul marino y blancas, tenía un escritorio lleno de partituras de guitarra y piano. Varios pósters de grupos de música, una guitarra, teclado, baño, vestidor, etc.

 

-Me gusta tu habitación.

-Gracias, la verdad es que hoy está en orden, otros días solo distingo el suelo cuando muevo la ropa.

-Bueno, yo tampoco soy doña orden, pero tampoco soy de las que dejan la ropa por el suelo.

-¿Tocas algún instrumento?

-La guitarra y un poco de piano.

-Vaya, yo también pero el piano lo domino y la guitarra eléctrica. Ahora estoy en clases de bajo.

-¡Qué guay!

-Sí. ¿Tienes hambre o prefieres hacer otra cosa?

-No tengo hambre la verdad, es la una y media.

-Yo tampoco tengo mucha.

-Vale.

-Sí. ¿Qué hacemos?

-No sé, es tu casa.

-Ya.

 

Estoy justo delante de él y me vengo venir lo peor así que me acerco hasta el piano. Empiezo a hacer sonar las teclas y de repente paro. Cuando vuelvo a empezar busco a James por la habitación pero no lo encuentro. ME levanto de la banqueta y lo llamo. Nadie responde. Salgo de la habitación y miro por el pasillo de repente algo se abalanza contra mí y me hace caer al suelo.

 

-¡James!

-Te cogí.

-¿Pero qué haces? Pareces un crío.

-Tal vez lo sea.

-Anda quítate de encima.

-Estoy cómodo.

-Pero yo no.

 

De repente me besa y sin quererlo le respondo al beso. Me separo de él y veo que sus ojos brillan. Vuelvo a besarlo y esta me coloco yo encima de él. Pasa su mano por mi espalda y yo me agarro a su cuello mientras el se pone de pie conmigo en brazos. Me deja caer en el suelo y me abraza mientras me da otro beso.

 

-¿James?

-Mamá… ¿no se suponía que llegabais tarde?

-Por lo que se ve es lo que más te convenía, y ¿tú eres?

-Rosie Reyns.

-Encantada soy Amanda Sanders, la madre de James.

-Lo siento mucho señora, no pretendía ser tan maleducada pero…

-No te disculpes cariño, créeme si te digo que de las que ha traído a casa, tú eres de las mejores.

-Mamá nosotros nos vamos. Luego nos vemos.

-De acuerdo.

-Adiós señora Sanders.

-Rosie, no te dejes engañar por esos ojazos…

-Mamá.

-De acuerdo. Adiós.

 

Nick no se ha separado de mí en toda la fiesta. La verdad eso me gustaba porque no conocía  a nadie de allí, salvo a Rachel y porque él me la presentó. Y justo entonces me cogió la mano. Le miré y simplemente me sonrió. Me acerqué un poco más a él y entonces una mujer alta, elegante y bastante atractiva se acercó a mí.

 

-Hola Lucy.

-Hola…

-¿No me recuerdas?

-Pues lo siento pero no.

-Es que hace mucho que no nos vemos, mi nombre es Ariana.

-Lo siento pero sigo sin recordarla.

-No pasa nada, pero dale saludos a Sofía de mi parte.

-Por supuesto.

 

Se marchó y nos volvió a dejar a Nick y a mí solos. Seguimos cogidos de la mano hasta que se acercó y sentí como sus labios rozaban los míos de una forma muy dulce. Le respondí de la misma manera pero intensificando el beso. Entonces oí como la gente comenzaba a cantar cumpleaños feliz. Me separé y le miré con una sonrisa gigantesca.

 

-Llevo tiempo queriendo hacer eso.

-Y yo con ganas de que lo hicieras.

-¿Eso es un sí?

-¿Un sí?

-Claro, ahora somos más que amigos ¿no?

-Pues no se… es broma, me encantaría salir contigo.

-Vaya me habías asustado. ¿Qué tal si nos vamos a por ese chocolate?

-Me parece una buena idea.

 

Desaparecimos de la fiesta pero antes de salir vi como esa tal Ariana me seguía con la mirada pero no importaba ¡estaba con Nick!

 

Caminamos de la mano hasta el Starbuck, allí pedimos dos chocolates para llevar y nos pusimos a caminar por las calles. Nick era súper cariñoso y se paraba cada nada para besarme y a mi cada vez me sabían mejor sus labios, tal vez por el chocolate.

 

-¿Quieres quedar mañana por la noche?

-Mañana es trece.

-Sí, pero no es martes así que no da mala suerte.

-Es que no puedo Nick, pero tal vez podríamos quedar durante el día e ir al bosque, ¿tal vez un picnic romántico?

-No suena mal.

 

De repente me agarra de la cintura y se me acerca lentamente buscando mi boca. Cuando la encuentra la besa lentamente haciendo que cada célula de mi cuerpo se estremezca al sentirlo. Paso mis manos por hombros y lo acerco más hasta mi. Dios mío ¡adoro sus besos!

 

El timbre de casa suena. Ahora que estoy en pijama es cuando tocan.

 

-Hola.

-¿Erik?

-Pasa, perdón que esté así pero es que iba a acostarme.

-No es nada de hecho solo pasaba para ver cómo estabas después de lo de ayer.

-Estar estoy bien. Pero no sé si lo que hicimos estuvo bien.

-De eso es de lo quería hablar.

-Pues pasa. Las chicas no están así que podemos hablar claro.



Álvaro

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